En nuestros años '80, había dos formas de poseer música: discos o cassettes. Pero los discos eran cosa del pasado. Si uno quería estar a la vanguardia de la tecnología tenía que tener su música grabada en esos objetos rectangulares..-
Hoy las opciones son muchas más (MP3, CD, PC, minidisc).
Nosotros, los cancheros que usábamos cassette (en la segunda mitad de la década hasta los que no eran cancheros los usaban), teníamos dos opciones: comprar los originales o adquirir los vírgenes para grabarlos.
Esto último, al igual que hoy, era ilegal pero, al igual que hoy, lo hacíamos.
Lo primero era comprarlo. Los había de diversos precios y calidades. Unos medio truchos que a la corta o a la larga te traían problemas, y los de calidad (Basf, Sony o los más usados: los TDK).
Si decidíamos comprar los de calidad, teníamos más cosas que decidir, por ejemplo su duración. Había de 45 minutos (justo para grabar un cassette original completo), de 60 minutos (los más populares) y de 90 minutos (entraba un cassettre original de cada lado pero a algunos grabadores les costaba tirarlos, y si el walkman andaba flojo de pilas, ni lo movía).
Y si ya habíamos decidido de qué duración compraríamos, quedaba un último elemento a decidir: común o de metal (más caros estos últimos). Casi siempre comprábamos el común (a menos que nos quisieramos hacer los platudos).
Con el susodicho cassette en nuestro poder, hasta que aparecieron los grabadores doble casetera, sólo podíamos grabar canciones de la radio, donde solían quedar las voces de los locutores al principio o al final de la canción (¡nunca se callaban!), y los enganches entre tema y tema eran cosas deplorables (cortes abruptos). Un amigo grabó "Nacido en USA" de Bruce Springsteen y lo enganchó con "No soy de aquí ni soy de allá" de Facundo Cabral en lo que ha sido la unión más asquerosa que he oído. Otros inconvenientes eran que al ir grabando el cassette, queríamos oir lo que habíamos adquirido antes de que el cassette estuviera completo, y solíamos meter mal los dedos en las teclas y en vez de play apretábamos rec y lo que habíamos grabado se iba borrando lenta e indefectiblemente. ¿Porqué? Porque tenían unas pestañitas en la parte inferior que oprimían un botoncito en el aparato para poder grabar. Sin ellas, el cassette no se grababa. Cuando terminábamos de ocuparlo, se las sacábamos, pero al tiempo, si nos cansábamos de lo que tenía, o lo necesitábamos y no podíamos comprar otro, le poníamos un papelito en el huequito que había dejado la pestañita ausente y solucionábamos el problema.
Otra forma de grabar un cassette de otro era hacerlo andar en un grabador y poner el micrófono de otro grabador pegado al parlante. El resultado era desastroso pero no había alternativa para tener un cassette original de un amigo.
O si no, podíamos llevarlo a una disquería (se llamaban así aunque vendieran cassettes) para que nos grabaran los temas que le proporcionábamos en una lista. Esta grabación, obviamente, también era ilegal, pero de mejor calidad y con unos enganches perfectos.
Todo cambió cuando aparecieron los grabadores doble casetera. Nos reuníamos en la casa del amigo que se lo había podido comprar y cada uno de nosotros llevaba sus cassettes y nos pasabamos horas grabando y grabando hasta que todos teníamos en nuestro poder todas las canciones de los otros.
También ocurría que el manipuleo excesivo del elemento lo deteriorara. Si se le cortaba la cinta, había que abrirlo con un cuchillo con punta sacando cada tornillito, reacomodar la cinta y pegar los extremos divididos con cinta transparente ("Scotch" para nosotros), eso sí había que pegarlas por debajo, pero como al cortarse, una pequeña parte se había estirado, debíamos eliminarla, así que cuando se llegaba a esa unión, la canción pegaba un salto hasta que se normalizaba la reproducción.
Otro inconveniente era que se depegara esa pequeñísima goma espuma de la parte superior donde asentaba la cinta al ser reproducida. En ese caso, le colocábamos un pedacito de algodón... ¡y que siga la música!
Una cosa que a mi me molestaba era que me prestaran un cassette grabado y que en el papel de su cajita no le hubieran anotado el nombre de las canciones ¡Qué bronca!
Aún tengo una caja con más de cien cassettes (originales y grabados) pero ya no los escucho, ya me modernicé y los tengo en la PC o en CDs.
Ya no hay trabajo artesanal para escuchar música. Hoy podemos escuchar más y mejor, pero aquellas formas de conseguir música, les aseguro, no se pueden olvidar.
Hoy las opciones son muchas más (MP3, CD, PC, minidisc).
Nosotros, los cancheros que usábamos cassette (en la segunda mitad de la década hasta los que no eran cancheros los usaban), teníamos dos opciones: comprar los originales o adquirir los vírgenes para grabarlos.
Esto último, al igual que hoy, era ilegal pero, al igual que hoy, lo hacíamos.
Lo primero era comprarlo. Los había de diversos precios y calidades. Unos medio truchos que a la corta o a la larga te traían problemas, y los de calidad (Basf, Sony o los más usados: los TDK).
Si decidíamos comprar los de calidad, teníamos más cosas que decidir, por ejemplo su duración. Había de 45 minutos (justo para grabar un cassette original completo), de 60 minutos (los más populares) y de 90 minutos (entraba un cassettre original de cada lado pero a algunos grabadores les costaba tirarlos, y si el walkman andaba flojo de pilas, ni lo movía).
Y si ya habíamos decidido de qué duración compraríamos, quedaba un último elemento a decidir: común o de metal (más caros estos últimos). Casi siempre comprábamos el común (a menos que nos quisieramos hacer los platudos).
Con el susodicho cassette en nuestro poder, hasta que aparecieron los grabadores doble casetera, sólo podíamos grabar canciones de la radio, donde solían quedar las voces de los locutores al principio o al final de la canción (¡nunca se callaban!), y los enganches entre tema y tema eran cosas deplorables (cortes abruptos). Un amigo grabó "Nacido en USA" de Bruce Springsteen y lo enganchó con "No soy de aquí ni soy de allá" de Facundo Cabral en lo que ha sido la unión más asquerosa que he oído. Otros inconvenientes eran que al ir grabando el cassette, queríamos oir lo que habíamos adquirido antes de que el cassette estuviera completo, y solíamos meter mal los dedos en las teclas y en vez de play apretábamos rec y lo que habíamos grabado se iba borrando lenta e indefectiblemente. ¿Porqué? Porque tenían unas pestañitas en la parte inferior que oprimían un botoncito en el aparato para poder grabar. Sin ellas, el cassette no se grababa. Cuando terminábamos de ocuparlo, se las sacábamos, pero al tiempo, si nos cansábamos de lo que tenía, o lo necesitábamos y no podíamos comprar otro, le poníamos un papelito en el huequito que había dejado la pestañita ausente y solucionábamos el problema.
Otra forma de grabar un cassette de otro era hacerlo andar en un grabador y poner el micrófono de otro grabador pegado al parlante. El resultado era desastroso pero no había alternativa para tener un cassette original de un amigo.
O si no, podíamos llevarlo a una disquería (se llamaban así aunque vendieran cassettes) para que nos grabaran los temas que le proporcionábamos en una lista. Esta grabación, obviamente, también era ilegal, pero de mejor calidad y con unos enganches perfectos.
Todo cambió cuando aparecieron los grabadores doble casetera. Nos reuníamos en la casa del amigo que se lo había podido comprar y cada uno de nosotros llevaba sus cassettes y nos pasabamos horas grabando y grabando hasta que todos teníamos en nuestro poder todas las canciones de los otros.
También ocurría que el manipuleo excesivo del elemento lo deteriorara. Si se le cortaba la cinta, había que abrirlo con un cuchillo con punta sacando cada tornillito, reacomodar la cinta y pegar los extremos divididos con cinta transparente ("Scotch" para nosotros), eso sí había que pegarlas por debajo, pero como al cortarse, una pequeña parte se había estirado, debíamos eliminarla, así que cuando se llegaba a esa unión, la canción pegaba un salto hasta que se normalizaba la reproducción.
Otro inconveniente era que se depegara esa pequeñísima goma espuma de la parte superior donde asentaba la cinta al ser reproducida. En ese caso, le colocábamos un pedacito de algodón... ¡y que siga la música!
Una cosa que a mi me molestaba era que me prestaran un cassette grabado y que en el papel de su cajita no le hubieran anotado el nombre de las canciones ¡Qué bronca!
Aún tengo una caja con más de cien cassettes (originales y grabados) pero ya no los escucho, ya me modernicé y los tengo en la PC o en CDs.
Ya no hay trabajo artesanal para escuchar música. Hoy podemos escuchar más y mejor, pero aquellas formas de conseguir música, les aseguro, no se pueden olvidar.
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